¿Te exiges un ritmo frenético para llegar a todo cada día? ¿Cumplir y realizar todas las actividades planificadas te deja sin aliento? ¿Al finalizar la jornada acabas agotada/o? ¿Sufres estrés, insomnio, falta de descanso? ¿Sientes que la vida se te está escapando?
Párate y piensa. Tu cuerpo es una máquina maravillosa que realiza sus funciones sin que ni tan siquiera tengas que ser consciente.
Observa como la naturaleza respeta sus ciclos. Aprende a respetar los tuyos. Dedícate un tiempo para ti, sin prisas y disfrútalo. Recuerda que cada minuto pasado no vuelve. El tiempo no se recupera, aprovéchalo al máximo pero no a cualquier precio.
Olvidé pasar conmigo parte de mi precioso tiempo y me pasó factura.
Imaginar que mi vida debía seguir el ritmo que yo le marcaba, sin pensar que tendría consecuencias. Fue un error.
La enfermedad me paró. Tuve la oportunidad de rectificar. Comencé repasando mi forma de vivir cada día y realicé los ajustes necesarios para respetar mis ritmos.
Ahora guardo un tiempo para mi y lo aprovecho para hacer las cosas que me gustan y me hacen sentir bien. Es un espacio sagrado.
No he recuperado el tiempo perdido… He ganado vivirlo intensamente.
Deja una respuesta