Cuando se habla de vacaciones espirituales, enseguida pensamos en viajar a lugares idílicos, apartados del bullicio, donde se dan las condiciones idóneas para alejarnos de la rutina y del entorno habitual. Y aunque esta pueda ser una opción, no es imprescindible que así sea.
«Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas». Henry Miller.
Adentrarse en uno mismo, significa recogimiento, aquietarse, desconectar de todo lo externo para sentirse, escucharse y autoconocerse sin alejarse de la vida, puesto que se es parte de ella.
Hacerlo en un entorno agradable y tranquilo, ayuda a sentirnos seguros y nos facilita nuestra conexión interna.
Sentirnos renovados tras un paréntesis temporal volviendo la mirada hacia nuestro interior, es la forma más natural de recargarse de energía vital, equilibrando holísticamente los cuerpos físico, mental, emocional y espiritual.
«Todos los viajes tienen destinos secretos sobre los que el viajero nada sabe». Martin Buber.
PRACTICA
Relee nuevamente el texto anterior con plena consciencia. Después acomoda tu postura en la silla con la espalda recta, los pies apoyados en el suelo y las manos descansando en tus muslos. Y cierra los ojos. Haz tres respiraciones profundas. Ahora medita sobre el concepto de autoobservación durante unos minutos.
Para finalizar la meditación, comienza a mover los dedos de los pies y las manos, luego continúa con el resto del cuerpo lentamente y finalmente abre los ojos. Si surge, permite el bostezo y estírate.
Este ejercicio te ayuda a integrar e interiorizar la información.
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