Un pensamiento lleva a la acción. Sin embargo, mantenerse en el pensamiento demora la ejecución de la actividad.
La atención centrada en lo que se hace, favorece finalizar la tarea rápidamente. Mientras que el apego al pensamiento, tiende a ralentizar la labor, e incluso no llegar a llevarla a cabo.
Comenzar aquello que hay que hacer, evita caer en la procrastinación y la pereza. Por otro lado, continuar pensando en ello, sirve de excusa y justificación para convencernos a nosotros mismos, de nuestra falta de voluntad, motivación e interés para aquello que tenemos que hacer.
«Solo me inquieta un poco pensar que tal vez mañana yo sea demasiado viejo para hacer lo que he dejado pendiente». Jorge Bucay.
PRACTICA
Relee nuevamente el texto anterior con plena consciencia. Después acomoda tu postura en la silla con la espalda recta, los pies apoyados en el suelo y las manos descansando en tus muslos. Y cierra los ojos. Haz tres respiraciones profundas. Ahora medita sobre el concepto de aquí y ahora durante unos minutos.
Para finalizar la meditación, comienza a mover los dedos de los pies y las manos, luego continúa con el resto del cuerpo lentamente y finalmente abre los ojos. Si surge, permite el bostezo y estírate.
Este ejercicio te ayuda a integrar e interiorizar la información.
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